10/09/2009

Organillero:

Un personaje típico los barrios de Santiago era el Organillero.
Se lo veía pasar con la pesada caja del organillo cargada en las espaldas, bien agarrada de la ancha correa que le cruzaba el pecho. En una mano llevaba una jaula con el lorito amaestrado, y en la otra el manojo de elásticos desde donde colgaban pelotas de papel forradas con papeles de vivos colores.

Al llegar a una esquina cualquiera donde sabia que aparecían muchos niños descargaba su instrumento colocaba la jaula sobre él, y al poco rato comenzaba a tocar sus típicas melodías. De inmediato, como por arte de magia, de todas partes sugían los chiquillos como respondiendo a un misterio llamado. Cuanto con ellos también llegaban coquetonas muchachas, quienes, con el pretexto de vigilarlos más cerca, aprovechaban de saber que les deparaba el destino; porque ése era el importante papel de la lorita: el pajarraco asomaba su cabeza por entre los barrotes y con su pico pescaba 1 de los papelitos del pequeño cajón que se abría bajo su jaula.
Cuando el negocio comenzó a decaer, los organilleros introdujeron nuevas atracciones en su oficio. Más común era un mono tití , al cual vestían con diminutas ropas humanas, y que remplaza al lorito con sus gracias y piruetas.

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